Carlos III, rey de Nápoles antes de serlo de España, fué un enamorado de las representaciones navideñas napolitanas. A ésto se unió el descubrimiento en Meissen de la composición de la pasta de la porcelana, secreto guardado celosamente por China.
Meissen era territorio regido por el suegro de Carlos, con quien compartió el secreto, fundando éste último la fábrica de Capo di Monte.
En ésta fábrica se hicieron manos y cabezas de figuras, para insertarlas luego en maniquíes vestideros flexibles y capaces de adoptar distintas posturas, gracias a un cuerpo de alambre recubierto de cuerda enrollada. Esta idea no era nueva, pero fué excelentemente ejecutada con el complemento de unos vestidos que buscaban reflejar con telas ricas o pobres, delicadas o bastas los modelos de la vida real.
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